Por Delfina Menna
En respuesta al conflicto armado entre Rusia y Ucrania, la Unión Europea estableció una serie de medidas financieras con el fin de desalentar al gobierno de Putin de continuar con el combate. Una de las respuestas del Kremlin fue anunciar que cortaría su suministro de gas a aquellos países europeos que no pagasen por él en rublos. Con las fechas de pago a cerca, ¿que pueden hacer los miembros de la UE y qué significaría para Rusia que estos dejen de depender de su suministro?
A principios de mayo, Moscú detuvo la distribución de gas natural licuado (GNL) a Polonia y Bulgaria y ha amenazado con hacer lo mismo con aquellos países que continúen negándose a pagar en rublos. Los estados miembros de la comunidad política se enfrentan a dos desafíos: cómo pagarle a Rusia por su materia prima sin socavar o incumplir las medidas establecidas y cómo desarrollar y obtener suministros que les permitan dejar de depender del país soviético.
La decisión de Moscú de a qué países cortarle el suministro de gas primera no es coincidencia: Polonia consigue aproximadamente el 45% de su gas de Rusia, cifra que no es tan alta en comparación con otras naciones europeas pero este país ha sido uno de los aliados y simpatizantes más importantes de Ucrania; Bulgaria, por otra parte, no representa una amenaza militar tan grande, pero depende de su gas en mayor medida. Entonces, elegir estos países le permite a Putin comprobar el poder de su recurso como arma en una guerra económica y energética en dos tipos de oponentes diferentes: uno que representa un riesgo mayor y uno del que puede hacer un ejemplo para otros países.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció que los países europeos tendrán prohibido comprar petróleo ruso una vez finalizado 2022, con la excepción de Hungría y Eslovaquia, que podrán continuar haciéndolo hasta fines de 2023. Por su parte, Estados Unidos ha declarado una proscripción absoluta de gas, petróleo y carbón ruso y el Reino Unido tiene planeado eliminar gradualmente las importaciones de petróleo de dicho país.
En vista de que la mitad de la producción del hidrocarburo ruso es exportada a Europa, y en respuesta a la demanda de petróleo de otra fuente, países como EEUU han liberado el equivalente a 120 millones de barriles de sus reservas con el fin de bajar los altos precios del combustible. A su vez, han planteado la posibilidad de que Arabia Saudita incremente su producción y de relajar las sanciones a Venezuela.
Entonces, como hacer los pagos en rublos llevaría a beneficiar la economía rusa y estabilizar la divisa rusa y resultaría en un imcumplimiento de las sanciones establecidas por la entidad internacional, las compañías de gas europeas han tenido que encontrar modos de pagar por este en euros mediante el banco ruso Gazprombank, que luego convertirá los pagos. De esta forma, la Unión Europea estableció que si los compradores podían completar las transacciones en euros y conseguir confirmación de las mismas antes de que el cambio de moneda sucediese, no lo considerarían como un incumplimiento de las medidas.
La respuesta del grueso del continente europeo ha sido buscar alternativas para así frenar la dependencia a Rusia. La UE ha asegurado que pueden reemplazar dos tercios del GNL ruso para fin de año, viniendo un tercio de suministradores alternativos y el otro de energía renovable. El conjunto de naciones deberá buscar los suficientes proveedores para reemplazar los 155.000 millones de metros cúbicos de gas que el Kremlin vende cada año.
Una de las aparentes fuentes de gas para el continente sería Noruega, que por su cercanía y volumen de producción resulta una de las favoritas. El país nórdico es el tercer exportador mundial tras Rusia y Qatar y, gracias a sus yacimientos marinos, cubre el 20% de la demanda del gas natural europea. Equinor, el principal productor de gas, ha establecido que su plan a seguir es aumentar la producción y posponer paradas de mantenimiento estacionales para impulsar las exportaciones a Europa en los próximos meses. La otra posible fuente de gas en menor medida es África, que durante la última década proporcionó el 18% del gas importado de Europa y ahora se está preparando para aumentar esa participación. Respecto al segundo aspecto, los países europeos tienen ya establecida la base para la energía nuclear en Francia y las turbinas eólicas en Alemania, Dinamarca y los Países Bajos; pero China tiene 6 de las 10 empresas de manufactura de dichas turbinas y, además, predomina en la energía solar.
La otra gran disyuntiva que surge al analizar la relación de la Unión Europea con el gas de Rusia es: ¿qué hace Putin con todo su gas si su principal comprador deja de importar?
Más del 70% del país soviético se ve alimentado por GNL y, en el último año, la ganancia de Gazprom, la empresa que cuenta con el monopolio de exportación de gas, aumentó más de un 120%. Si Europa deja de comprar su gas, otros países tendrían que hacerse cargo de estas compras para que la economía rusa no se vea afectada aún más. Lo más probable es que Rusia se enfoque en incrementar sus ventas a aquellas naciones con las que ya tiene alguna clase de contrato o relación comercial establecida, como China, y que no esté buscando establecer o apoyar las sanciones europeas.
En cuanto al gas natural licuado, China es la mejor opción para Putin ya que, en febrero, anunciaron un acuerdo por 30 años según el cual Moscú le proveería gas a Beijing a través de un nuevo oleoducto. Además, en su momento, se estableció que las ventas se harían en euros, lo cual beneficiaría principalmente a Rusia, cuyo acceso a divisas extranjeras se vio complicado por las sanciones financieras.
El problema con el que se choca Putin es que todos estos proyectos que lo ayudarían a mantenerse como una de las principales figuras del mundo energético requieren de grandes inversiones y financiamiento que, en vista a la situación económica actual de su país, parecen improbables de momento.
De esta forma, Rusia dejaría de ser uno de los protagonistas del mercado energético global no porque no dé abasto para cubrir la demanda o porque no tenga suministros que ofrecer, sino porque no contaría con un mercado dispuesto a comprar la suficiente cantidad. Entonces, el enfrentamiento contra una fuerza en el ámbito energético como lo es Rusia requiere que el viejo continente deje de depender de dicho país y lleva a que surjan nuevos conflictos de interés nacionales e internacionales.
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